Aunque esta entrada es algo inusual en este blog, hoy me gustaría realizar una reseña sobre la última novela de Javier Cercas, "Las leyes de la frontera". Si me emocioné con "Soldados de Salamina" y lloré con "La velocidad de la luz" -literalmente-, esta obra de Cercas ha conseguido ambas cosas -metafóricamente-. Ni soy crítico literario ni lo pretendo, pero sí soy abogado, como uno de los personajes, también he sido (soy) charnego, y también tuve la suerte de nacer y crecer en el "más acá". Incluso recuerdo aún cuando de niño seguía por televisión la serie "La frontera azul" y las aventuras de Li Chung.
Pero no es lo anterior lo que me ha llevado a escribir estas letras, sino mi etapa como jurista en el ámbito penitenciario. Y es que esta novela ha despertado sentimientos, miedos, pensamientos que creía olvidados y que todavía están presentes en mí. Si me lo permiten les explicaré que allá por el año 1997, recién licenciado en derecho y sin padrinos, tenía aún pendiente la realización del Servicio Militar, entonces obligatorio, y no tenía la menor intención de cumplir con la patria. Sin embargo surgió la posibilidad de realizar la prestación social sustitutoria, concretamente en la Presó de Dones (Wad Ras), y no me lo pensé....Allí, durante 13 meses, y de la mano de Inés, Eduardo, Jesús y algunos otros, entré en contacto con una realidad que sabía que existía, pero que no conocía directamente. La droga, la prostitución, la marginalidad, la pobreza, las diferentes causas y caras de la delincuencia....Fueron mis primeros contactos "más allá de la frontera azul". Una realidad dura, que coincidió con el llamado Código Penal de la democracia y el nuevo Reglamento Penitenciario -nuevos entonces, claro, en los años 1995 y 1996, hoy, ya varías veces reformados-, que me enseñó la crudeza del interior de una cárcel, que muchos culpables son en realidad víctimas, y que las penas privativas de libertad pueden conseguir muchas cosas, pero no la reinserción -y es que no se puede reinsertar a quien nunca ha estado "insertado" en la sociedad-. Allí, por primera vez, creí que podía ser abogado. Allí, también por primera vez, descubrí que, desde dentro del sistema, también se podía luchar contra las injusticias del sistema.
No acabó allí mi vinculación con el sistema penal y penitenciario, y después de aquella experiencia vital -hoy, 15 años después, puedo afirmar que cambio mi visión del mundo-, me especialicé en derecho penitenciario, dí clases de formación a voluntarios de prisiones, ingresé en el Turno de Oficio Penitenciario e incluso colaboré en diversos proyectos de voluntariado en prisiones, principalmente con la asociación Roda Ventura (desde aquí un saludo a Joan Rosa y a Núria Sastre), que me permitió profundizar aún más en aquel, perdonen la expresión, submundo que era -que es- la cárcel. Si la cárcel es la Universidad de la delincuencia, Wad Ras era un instituto, y algunos de los delincuentes y módulos que pude conocer después -especialmente agresores sexuales y algún que otro asesino en el Módulo I del Centre Penitenciari Brians 1- eran autores de auténticos masters.....No fue fácil....y acabé profesionalmente especializándome en materia laboral, lo que no me suponía ninguna conflictividad ética y/o moral interna, que sí estaba presente en el ejercicio penal y penitenciario.
Aquí hago un paréntesis, y como el Cañas de la novela de Javier Cercas, necesito justificarme, o no, símplemente explicarlo. ¿Por qué no ejerzo hoy el derecho penitenciario? La verdad es que sigo pensando lo mismo que hace años: que el Código Penal es muy duro con los pobres, y muy blando con los delicuentes de guante blanco. Que ser de clase humilde, gitano o extranjero en situación irregular en este país te conduce hacía el camino del delito. Que la cárcel no reinserta a nadie. Que muchos culpables son en realidad víctimas. Pero existen delitos, todos los conocemos, que enturbian el sistema penal, y que llevan al actual estado de "tolerancia cero" por parte de la sociedad con respecto a los penados. Y yo también fuí atrapado por esa intolerancia, y el día que conseguí que la Audiencia Provincial estimase un recurso mío concediendo un permiso a un delincuente que ni había robado ni había traficado con drogas, sentí pena, y pensé que era el momento de dejarlo.....
Pues bien, la novela de Cercas me ha hecho recordar aquellos tiempos, aquellas luchas, y ahora, aunque la sociedad ha cambiado, seguimos teniendo fronteras, gente que nace y crece al otro lado, y que son "carne de cañón", como lo fue el Zarco, aunque hoy es más fácil que se llamen Oswaldo o Mohmamed.
En fin, felicito a Javier Cercas, no solo por la novela, sino incluso por abordar el tema penitenciario con la sencillez y a la vez rigurosidad con que lo ha hecho.
Hoy, mi trinchera es otra -aunque no descarto en un futuro no muy lejano volver a retomar la materia penitenciaria-, pero creo que no debemos olvidar, esta novela de alguna forma lo hace, que lo importante es PREVENIR, evitar las formas de marginación y desigualdad social que fomentan y facilitan la aparición de la pobreza, y después, la delincuencia.
QUÉ GRANDE ERES MIGUEL!!! CADA UNA DE LAS PALABRAS DE TU ESCRITO DESPRENDEN HONESTIDAD. OJALA SIRVA PARA CONTAGIARNOS UN POQUITO -ALGUNOS LO NECESITAN MAS QUE OTROS-
ResponderEliminarCHARNEGA TAMBIÉN